Tuesday 3 June 2014

Historias que inspiran

Una bicicleta llenando la ausencia de un “papa” enamorado del ciclismo y asesinado por lxs paramilitares. 
La vida hecha una montaña en cuesta arriba por la que pedalear incansable.
Una promesa y una historia.
¡Gracias a todxs lxs que como Rigo pedalean o hacen cosas maravillosas que inspiran desde el deporte, las artes y la cultura!
¡Gracias, porque con ese ejemplo construimos esperanzas para todxs!

Bicicleteada Latina por la Alegria \(*t*)/

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Lee su historia escrita por Pacho E.
Drama y vida de Rigoberto Urán

(...) La primera bicicleta que tuvo Rigoberto Urán se la regalaron partida en tres pedazos. Era roja, de hierro y tan vieja que un tío suyo la tenía botada en la ramada trasera de la casa. El papá de Rigoberto se la mandó soldar porque quería que montaran juntos los fines de semana. Rigo, como lo llaman desde niño, tenía 14 años pero le aburría el ciclismo, no le gustaba pedalear.

Se adoraban. Mientras su papá entrenaba para mantenerse saludable, Rigoberto lo hacía para hacer feliz a su progenitor, lo amaba. Tal vez los pulmones del jovencito se empezaron a agrandar, sus piernas a fortalecer y su corazón comenzó a latir como el de muy pocos humanos por andar persiguiendo a su padre en las empinadas carreteras del suroeste antioqueño. De Urrao, su pueblo natal, salían los fines de semana pedaleando hasta Betulia, Concordia y en los días fuertes hasta Salgar.

A Rigo desde niño le gustaban las escapadas. Lo hacía en el colegio y también en la casa. Un día su papá lo sorprendió vendiendo botellas vacías para tener con qué comprar mecato, pero no lo regañó, mejor le hizo una propuesta condicionada: le enseñaría los trucos de su trabajo, vender chance y lotería, con la promesa de que debía estudiar en las mañanas hasta graduarse del bachillerato. El pacto no pudo ser mejor, Rigoberto quería andar toda la vida al lado de su papá. Eran felices.

Es incomprensible por qué cada sonrisa arranca lágrimas, cada felicidad desgracias. La historia de Colombia dirá que el año 2001 fue el más violento en un todo el siglo XX. Paramilitares escupiendo masacres, guerrilleros tomándose pueblos, narcos cobrando venganzas por rutas y las Fuerzas Militares de Colombia untándose de corrupción. La familia Urán pagó por su inocencia. Un día en los vientos de agosto de aquel año, Don Rigoberto de Jesús Urán salió a entrenar con otro amigo en su bicicleta. No llevó a su consentido Rigo porque la salida era muy temprano y el muchacho debía ir a estudiar. Don Rigoberto no regresó sobre las 7 de la mañana como era de costumbre. Al regresar del colegio le contaron a Rigo que su padre no aparecía, el muchacho sacó su bicicleta roja y como loco salió a preguntarlo en el hospital, en la estación de policía, en la morgue y aunque su papá no bebía lo buscó en las cantinas de Urrao. Pero nada, no había rastro del hombre.

Al día siguiente llegarían con esa noticia que físicamente le quita el aire a cualquier ser humano, esa que lo hace golpearse contra las paredes y en algunos casos que posterga el odio para toda la vida: paramilitares habían montado un retén ilegal porque necesitaban más manos para hacer sus fechorías. Por aquel punto pasaba don Rigoberto y dos ciclistas más. Los bandidos se los habían llevado montaña arriba para que arriaran un ganado que se querían robar. Tal vez la conciencia, la moral y la inocencia de don Rigoberto harían que se opusiera. Pero las bestias lo callaron a balazos. La guerra se había llevado lo más adorado del pequeño Rigoberto Urán.

Su madre entró en una depresión que 12 años después no se le ha curado. Frente al féretro de su papá, de hombre a hombre, Rigoberto haría tres promesas que ha cumplido a cabalidad: velar por Aracelly -su mamá- y por Martha -su hermanita-, terminar el bachillerato y pedalear hasta el fin del mundo. Lo primero lo inició con altura. Desde la una de la tarde hasta las siete de la noche salía a vender chance y lotería por todo Urrao, todas las ganancias iban a la manutención de la casa. En las mañanas estudiaba con seriedad pero se graduaría un par de años después en el colegio especial CEDE en el municipio de Jardín (Antioquia), junto a otros ciclistas más. Sin embargo, la tercera promesa casi la rompe. Pasarían tres meses en los que el dolor y el recuerdo de andar tras la llanta de su padre lo harían odiar el ciclismo, no quería subirse en una bicicleta nunca más.

Un domingo de noviembre de aquel año, Rigo salió al centro de Urrao a cobrar algunos fiados. En el parque central vio cómo muchos jóvenes se apilaban en sus bicicletas semiprofesionales para inscribirse en una valida municipal. Recordó a su padre y regresó a casa. Sacó su remendada bicicleta roja, se puso los únicos tenis que tenía, una pantaloneta y una camiseta de su papá. Lo inscribieron de tanto insistir. Le ganó a todos con la distancia que produce la rabia de que su papá no estuviera físicamente esperándolo en la meta para darle un abrazo y un beso de amor. Al llegar a la meta, sin haberlo ensayado nunca, levantó los brazos y miró al cielo buscando la imagen de su mentor. Desde ese día ha celebrado todas sus victorias de esa manera en honor a él, a don Rigoberto.(...)

Texto completo en Las2Orillas:http://www.las2orillas.co/drama-vida-de-rigoberto-uran/


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