MANIFIESTO DEL CICLISTA CIUDADANO
Para Eduardo Cobo y su combo.
Omar Vesga Núñez
Cali, 21
de Octubre de 2013
Soy
ciclista aficionado, porque amo la vida, a la Madre Tierra, a mi ciudad, a mi
cuerpo y a mis semejantes.
Disfruto
el gozo el ejercicio sin el afán de la ganancia, y la caricia de la brisa en la
piel, los aromas de la naturaleza, el canto de los pájaros, la algarabía de la
calle, los colores la luz y los soles del atardecer y el amanecer.
Soy
ciclista aficionado, porque quiero una ciudad a escala humana, que palpite con
su gente no que reviente sus afectos, donde el espacio urbano sea un acuerdo
entre sus ciudadanos, nosotros.
Soy
ciclista aficionado, porque amo a la gente, al barrio, a la calle, el lugar del
encuentro urbano, el escenario del grito
de justicia, de la democracia directa, del mercado del rebusque, esa falla
social que todavía cargamos.
Amo
la calle y sus esquinas oportunas para todos los quehaceres que también
quisiera fueran sanos.
Soy
ciclista aficionado, porque amo el campo, la danza del follaje de los árboles
estremecidos por el viento de la tarde, el canto del agua de los ríos y el
estallido líquido de su corriente contra la piedra obstinada.
Soy
ciclista aficionado, porque cuando me desplazo aprecio la cara alegre, hosca o
indiferente de la gente, porque no soy ajeno al ladrido del perro callejero o
al desenfadado caminar de mi vecina.
Comparto
con el peatón la alegría del movimiento en el espacio ciudadano, pues la ciudad
somos primero nosotros, los ciudadanos, luego los edificios los motores y las cosas que inventamos para
convivir, o por lo menos debería ser
así.
Soy
ciclista aficionado, porque respeto a mi cuerpo dándole el ejercicio que
precisa para mantener el tesoro de la salud.
Amo
mi transporte por sencillo que me ofrece muchas bondades en un solo aparato. Al
desplazarme la velocidad no es tiranía sino complicidad de hombre y mujer con
artefacto, todo permanece a escala humana, sensible, audible, olorosa, táctil.
No
quiero autopistas que devoren el oxígeno de la existencia en el vértigo de la
velocidad estúpida, que no comunica sino que aísla a los habitantes y desplaza sus hogares.
No
quiero autopistas para el ruido que amordace las palabras del hombre y la
mujer, las palabras útiles, piadosas, iracundas, alegres, sencillas y
complejas, o que entierre el verso de los enamorados en el cretinismo
programado de los medios de comunicación.
No
deseo motores con cilindrajes de infamia para satisfacer arrogancias privadas, que
esas máquinas sirvan a la gente, al transporte público.
Quisiera
otra vez los trenes, y los tranvías lentos, seguros y eficientes, cuyos carriles dejan espacio para habitar la
ciudad, no como ocurre ahora que no vivimos sino que soportamos la ciudad por las
políticas de los hombres sin sueños, como decía el gran escritor, José Eustasio
Rivera, en la “Vorágine”.
Soy
ciclista aficionado, porque soy un ciudadano del siglo XXI, vital, solidario, despierto,
libre y soberano de consciencia, amante de la vida, lo repito, de mis
semejantes y de toda criatura viviente.
Soy
ciclista aficionado, porque soy militante de la vida, y de una Cultura de PAZ
para Colombia.
Omar
Vesga Núñez
Cali,
21 de Octubre de 2013